George A. Romero en corto

[themeone_pull_quote align=”center” border=”true” width=”40%”] En la revista SFX se homenajeó, a su muerte, a George A. Romero con un reportaje en el que hice una pequeña contribución hablando de sus trabajos episódicos. Por problemas de espacio, tuvo que extractarse, pero aquí os presento la versión completa (y, de hecho, un tanto expandida)…[/themeone_pull_quote]

 

Adoro los relatos terroríficos. Creo que hay que tener mucho talento para condensar una historia de miedo eficaz, que te llegue al tuétano, en apenas unas páginas –o unos minutos– sin caer en el tópico ni en la gansada… Sobre todo en los giros finales. Y desde los portmanteau films de la Amicus con guión de Robert Bloch, ninguna película de episodios me ha impactado tanto como aficionado al fantástico que el Creepshow de George A. Romero y Stephen King. Imposible no enamorarse de esa estructura, deudora de los cómics de la editorial EC. De los (estupendísimos) efectos especiales de Tom Savini. De la fotografía colorista y un tanto baviana de Michael Gornick –con esos planos de reacción con retroproyección que son puro tebeo llevado a la gran pantalla–. Y sobre todo, de esa mezcla de terror y diversión que explotaba, para bien, en esa maravilla que es el segmento «La caja» –con una deliciosa Adrienne Barbeau haciendo de arpía insoportable–.

La cuestión es que, gracias al buen funcionamiento comercial de la película, y a su buena experiencia en ella, a Romero le picó lo bastante el gusanillo del relato corto como para encargarle a King un Creepshow 2 que, debido a las dificultades para financiarlo, dejó en manos de Gornick y se limitó a escribir –y que, pese al pobretón resultado de tener que disminuir su presupuesto a menos de la mitad del original, es defendible sólo por el episodio «La balsa», que mejora, y de qué manera, el final original de Stephen King–. Y a su vez, también se animó a producir, así como a guionizar algunos capítulos, de la serie televisiva Historias del más allá, que a su vez desembocó, unos pocos años más tarde, en otro largometraje de episodios, El gato infernal… Y con implicación de Romero en el episodio que da nombre español a la película, pues había sido descartado previamente de Creepshow 2 –de ahí que Savini la considerara una especie de Creepshow 3, si bien, es justo reconocerlo, el filme se recuerda sobre todo por el último capítulo, firmado por Michael McDowell, y que adapta la leyenda japonesa de Yuki-On’na–.

Al año siguiente, Romero le dio una última oportunidad al formato colaborando con Dario Argento en la irregular, pero interesante, Los ojos del diablo, en la que, en su relectura de «La verdad sobre el caso del señor Valdemar», aproximaba la obra de Poe al relato moral(ista) de EC Comics con una imagen final que remitía directamente a su (por entonces) trilogía zombi… Como le ocurrió, en general, a su carrera, las dificultades para financiar sus proyectos le obligaron a abandonar los portmanteau, pero las incursiones en la ficción episódica que pudo realizar a lo largo de su carrera ponen sobre la mesa que, más allá de tópicos y valoraciones perezosas, detrás del cine de terror de George A. Romero había mucho más que muertos vivientes y metáforas políticas más o menos afortunadas.

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