Sammo Hung: Le llamaban Dragón Gordo

(Este texto se publicó originalmente en el blog Nakatomi Plaza, de Carlos Morcillo. Lo recupero aquí porque ha sido cerrado por Fotogramas)

Al principio de Operación Dragón, Bruce Lee pelea contra un contrincante regordete que se exhibe haciendo unos volantines hacia atrás, y al que vence con una serie de espectaculares llaves (por supuesto, perfectamente coreografiadas) que le hacen volar por los aires. Se trata de un joven Sammo Hung, al que muchos todavía recuerdan como el compañero de Jackie Chan y Yuen Biao en la serie de comedias de acción que rodaron en los 80 a partir del éxito de Vencedores y vencidos –que además, dirigió y coescribió–, o incluso, lo que es peor, como protagonista de la serie americana/canadiense Martial Law –auténtico precedente de Hora punta con insípidas coreografías de Jeff Cadiente–, pero que, a esas alturas, ya había llamado la atención de la industria cinematográfica de su país.

El peculiar físico de Hung –así como sus problemas con el inglés: tenía que aprenderse fonéticamente los diálogos de Martial Law– quizás no le haya permitido convertirse en una estrella internacional como su buen amigo Jackie Chan, pero en Hong Kong se ha mantenido, y sigue manteniéndose, como uno de sus actores/artistas marciales más populares. El carisma y la tremenda agilidad física que ya desplegaba en películas como Le llamaban Dragón Gordo, El luchador magnífico y, sobre todo, Encuentros en el más allá –a través de la que creó un nuevo subgénero: el de la comedia terrorífica de artes marciales– le permitieron seguir encabezando repartos, muchas veces desdoblándose como director, hasta principios de los 90, que fue cuando, poco a poco, fue refugiándose en papeles cada vez más secundarios, e incidiendo en uno de sus grandes talentos: las coreografías marciales.

Hung comenzó a trabajar como coreógrafo de forma muy temprana, a finales de los 60, ejerciendo como ayudante de Simon Chui en películas como The Golden Sword, Brothers Five (ambas de Lo Wei) o The Twelve Gold Medallions (Ching Gong), antes de debutar en solitario con Lady Whirlwind, que supuso el inicio de una serie de colaboraciones con el director Huang Feng que le permitieron consolidarse profesionalmente dentro de la Golden Harvest –y debutar como director, unos años más tarde, con la poco conocida Iron Fisted Monk–. En esos primeros trabajos ya se aprecian algunas de sus características definitorias como coreógrafo: la intensidad, la energía y, sobre todo, la agilidad que siempre ha sabido transmitir a los movimientos de sus actores.

Si puede considerarse a Yuen Woo-ping el especialista hongkonés en coreografías con cables por excelencia, Hung sería su equivalente en las peleas puramente físicas. Ha trabajado, por supuesto, con cables, pero es fuera del terreno del wuxiapian, en la coreografía a ras de suelo, donde brilla por encima del resto de profesionales de la industria de Hong Kong. A diferencia de su compañero Chan, mucho más juguetón y con más tendencia hacia el slapstick, Hung rueda enfrentamientos duros, contundentes –en Operación Trueno, protagonizada por el primero y con coreografías del segundo, puede disfrutarse de una estupenda mixtura de ambos estilos–, con golpes secos y movimientos ágiles, sin grandes alardes exhibicionistas.

Más allá de sí mismo, quizás el actor que mejor ha llevado a la pantalla las coreografías de Hung es Donnie Yen. Ambos coincidieron en el reparto de Duelo de dragones, y su entendimiento durante su estupenda batalla final llevó a que Yen le confiara el diseño de los enfrentamientos de las dos primeras Ip Man, sendos prodigios de cinética y contundencia física que, además de aprovechar al máximo las virtudes físicas del intérprete –sobre todo, la prodigiosa velocidad de sus golpes–, también suponen un resumen perfecto de la trayectoria como coreógrafo de Hung… Que, como no podía ser de otra manera, se reserva, en Ip Man 2, un espectacular enfrentamiento (eso sí, con cables de por medio) mano a mano con Yen. De hecho, se le echa en falta en Ip Man 3: por más que Yuen Woo-ping sea un excelente reemplazo, sus coreografías no tienen, ni mucho menos, la fisicidad de las de Sammo Hung –y da la sensación, de hecho, de que no empuja a Yen a obtener un rendimiento semejante–.

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